.
A VECES me río. No puedo contra eso. Me río
como si nadie me observara, como si el sistema
nervioso me dijera ríete y no tuviera más que
obedecer. Lágrimas. Por supuesto hay lágrimas.
Y música, como latigazos en la espina dorsal.
¿Dije «latigazos en la espina dorsal»? Intento
explicar lo que nadie pidió que le explicara.
El caso es que se sigue repitiendo. Lo oscuro
huye, cede a su pasión por lo más claro. Sé de
memoria el recorrido: la sordera de siempre,
el cerrojo, la risa inevitable. Al revés también
ocurre: lo claro brilla y brilla hasta aguzar el
oído, la insoportable tempestad de agujas.
Apago entonces cualquier lámpara, me hundo
irremediablemente en el silencio. De pasar
pasan cosas: un ángel apoya su sien contra
la mía y canta la canción que ignoro, un niño
señala el paisaje con el dedo y debo adivinarle
la tonada. Siempre hay una tonada. No sabría
explicar de dónde viene. Son colores fríos.
Vencejos que se aparean en el aire. Vientos.
Y unas ganas tremendas de reírse.
(Eduardo Chirinos Arrieta)
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Los gilipollas se aparean en... en...
ya no me acuerdo...
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Me gustó tu blog...
Un placer.
Publicar un comentario